

En una época en crisis de valores, creo que vale la pena acercarse a libros paradigmáticos, como el que acabo de
leer
con sumo interés y fruición. Se trata de "Misión en el Trapecio Andino" escrito por el pastor por excelencia Mons.
Enrique Pelach y Feliu, Obispo de la Diócesis de Abancay, desde 1968 hasta el año 1992.
A pesar de estar trabajando en Abancay, desde mayo de 1994, no había tenido el honor de conocer a un hombre
sumamente
humano como al Mons. Enrique Pelach, que como el mismo se autoretrata fue :"Aquel niño de Gerona que escogió un
pañuelo
menos llamativo, porque le hablaba de las misiones; el joven que cabalgaba la yegua color castaño, imaginándose
estar
muy lejos de la hacienda de sus padres; el sacerdote que soñaba con ser misionero...ese sacerdote ,gracias a Dios y
al
Opus Dei, llegó a los Andes del Perú y a Abancay".(Pelach, 2004: 127).
Pocos son los hombres, que renunciando a los placeres de la vida, al poder y la gloria, deciden consagrarse en
cuerpo y
alma a servir al Señor y a nuestro prójimo. Este es el caso de Mons. Enrique Pelach, quien dejó una hacienda donde
no
faltaba nada, una familia numerosa y feliz, una ciudad hermosa como Gerona que actualmente debe tener 80,000
habitantes
y una tierra tan generosa como España.
Su obra resume las primeras noticias que tuvo sobre el Opus Dei, su incorporación a él y las primeras noticias que
tuvo
del Perú. Después de que se descartó su venida a la selva del Perú, animoso se decidió venir a la nueva Prelatura de
Yauyos que se había creado, en la que trabajaría con Mons. Ignacio Orbegozo un ilustre sacerdote fuera de serie,
según
palabras de Mons. Pelach.
En Yauyos trabajó 11 años y colaboró estrechamente con Mons Ignacio Orbegozo, cruzando las altas montañas de la zona
sumamente accidentada, a caballo y totalizando más de 8,000 horas de viajes, suficiente para dar una vuelta a toda
la
Tierra, realizando labor misionera, pastoral como:catequesis, confesiones, misas, bautizos, casamientos, retiros y
labor
social. Ha viajado de Yauyos a Huarochirí, a Tomas, Alis, Yauricocha, Piños, Carania, Laraos, montado en el
"Canelo", un
caballo para recordar. Viajando de Yauricocha a Laraos nos cuenta una historia muy graciosa sobre el "Moro", el
caballo
del Mons. Ignacio Orbegozo, que al subir la cumbre se tiró de panza por el cansancio y el frío, pero Mons. Ignacio ,
que
era médico, lo levantó de tres sopapos muy fuertes, dados en el "morro"(hocico) y desde entonces el Moro caminó sin
maña."Se diría que el "Moro" entendió que quien manda, manda".
Monseñor Pelach llegó a Abancay el día domingo 21 de julio de 1968 y la población lo recibió con inmensa alegría
cerca
de la capilla del Señor de la Caída."Los familiares y amigos que vinieron de Gerona (España), para la toma de
posesión,
vieron con pasmo el triste espectáculo que ofrecían por la calles de Abancay, docenas de pobres hombres y mujeres
recogiendo sobras de comida de casa en casa en latitas desechadas".
En Julio de 1968, Abancay era una pequeña ciudad de apenas 12,000 habitantes, con 123 por mil de mortalidad infantil
y
un alto porcentaje de analfabetismo; no existía el Asilo de Ancianos, el Hogar de Niños, el hospital Santa Teresita,
el
Seminario Mayor, ni el Seminario Menor, así como tampoco casas de retiro. Estas obras fueron diseñadas y construidas
por
el espíritu piadoso y humano de Mons. Enrique y "'Amics d'Abancay" una organización formada por familiares y amigos
de
Gerona dispuestos a ayudar a Abancay.
Es verdaderamente enternecedor como Mons. Enrique empezó a cumplir su misión de servir al prójimo, como instrumento
de
la voluntad del Señor. Cuenta que una noche lluviosa cuando se dirigía a la parte alta de la ciudad vio a un anciano
durmiendo en la calle abrigado con cartones, bajando vio a otro anciano durmiendo igual que el anterior. Ya en el
Obispado le comentó al P. Miguel Guitart, quien no se asombró del hecho y más bien le dijo que así dormían los
ancianos
del comedor, que recién habían inaugurado.
Tanto la construcción del Asilo de Ancianos como el Hogar de niños pobres, la construcción del hospital Santa
Teresita,
y otras obras no menos importantes son descritos con estilo familiar, coloquial que te invita leer cada de sus
páginas
con mucha avidez, hasta concluirla. Cada uno de estos hechos importantes está adornada con anécdotas muy graciosas
que
hacen de la obra una lectura amena al mismo tiempo que te invita a reflexionar sobre lo mucho que hay por hacer.
Que Dios bendiga a Mons. Enrique y le de muchos años de vida para la alegría de su familia y de toda su feligresía,
ya
que como reza en el epitafio de Enrique Pestalozzi, el gran educador suizo, Mons. Enrique fue educador en el
Seminario
de Gerona, misionero en Yauyos y Pastor en la diócesis de Abancay. !Todo para los demás, para sí nada.!
Abancay, 18 de mayo de 2005.